¿Recuerdas el artículo sobre habituación? Para definir la sensibilización bien podríamos decir que es «lo mismo, pero al revés», así que ya puedes pasar al siguiente artículo. Yo, como todavía tengo mucho café por delante, voy a seguir escribiendo. ¿Te quedas?
¡Me alegra que sigas por aquí! Como decíamos, y en contraposición al proceso de habituación, durante la sensibilización el individuo emite una respuesta cada vez mayor o más intensa frente a la presentación repetida de un estímulo.
Para ejemplificar esta vía de aprendizaje, suelen aplicarse sistemáticamente ejemplos en los que el estímulo resulta aversivo para el animal, y realmente es lo mayoritario y con lo que podemos empatizar mejor. Ruidos fuertes y repentinos (como las tormentas), visualizar un depredador, recibir una agresión… son ejemplos típicos. Sin embargo, me gustaría sacar a colación un ejemplo más amable, que además tiene su cabida dentro de la comunicación entre especies, aunque sea en un ámbito muy desnaturalizado.
En el mundo de la equitación, uno de los reforzadores para premiar conductas a los caballos son las caricias (para aquellos que las acepten y las disfruten, que suelen ser la mayoría). Cuando uno está sobre el caballo, las zonas que podemos acariciar se limitan básicamente al cuello o la grupa del animal (y además en algunas disciplinas, como la Doma Clásica, es importante que las indicaciones que damos sean prácticamente imperceptibles para el público). De esta manera, es posible sensibilizar al caballo, tanto a las indicaciones de piernas, manos y peso corporal, como a sentirse premiado con una caricia poco exagerada, de manera que a menor intensidad del estímulo consigamos como mínimo la misma intensidad de respuesta . Por esto mismo, ¡qué bonito es ver un jinete que extiende su dedo meñique sin soltar las riendas y acaricia suavemente apenas 3 cm del cuello de su caballo! Una recompensa aparentemente escueta, pero cargadísima de significado, intensidad y complicidad dentro de ese binomio. Después vendrán refuerzos mayores en forma de sonoras palmadas y dulces zanahorias y manzanas; pero en ese instante, el caballo se da por enterado: «lo hemos hecho bien».
Volviendo a medios más naturales, la sensibilización tiene un gran valor adaptativo y es muy importante para la supervivencia del individuo. De la misma forma que hablábamos de la importancia de no reaccionar a estímulos irrelevantes en relación con la habituación, también lo es ser capaz de reaccionar a estímulos relevantes, tanto los que implican evitación de peligro como aquellos que proporcionan un potencial beneficio (comida, reproducción).
Características de la sensibilización
- Cuanto más intenso sea el estímulo, mayor será la sensibilización. De hecho, con frecuencia la intensidad del estímulo inicial determina si el proceso que se activa es habituación o sensibilización.
- De igual manera, a mayor intensidad del estímulo, más probabilidad hay de que la sensibilización persista a largo plazo.
- Es fácilmente generalizable a otros estímulos similares.
- Sensibilización y habituación pueden ser simultáneos. En realidad, pueden ser simultáneos los procesos que los activan, y en función de cuál de los dos «gane» (sea más relevante) el organismo se decantará por uno u otro.
Fisiología
El proceso de sensibilización es algo más complejo que el de habituación, y responde a lo que se denomina sistema de estado. A grandes rasgos, el sistema de estado regula (desde diferentes partes del sistema nervioso) la disposición de todo el organismo a responder a un determinado estímulo, integrando tanto el estímulo en sí como su intensidad, pero siempre y únicamente frente a estímulos activadores.
Tanto en la naturaleza, como en animales en cautividad, podemos ver múltiples ejemplos de procesos de sensibilización. Incluso en el mundo humano, tan supuestamente racionalizado, nos sensibilizamos respecto de múltiples estímulos.
¿Se te ocurren algunos ejemplos de sensibilización en tu día a día?